Pues habitaban en El Bicho los tres tomos de «Los Distritos» -a saber: «Los Juegos del Hambre», «En Llamas» y «Sinsajo»-, que pillé en una traducción no oficial hecha por sudamericanos frikis(una basurita, pero es lo que tiene lo gratis, oiga). Hace unos meses que los leí y tenía pensado subir aquí la impresión que me causaron cuando, ¡zas! van y estrenan la peli. Ahora esta reseña será una de tantas y tantas que surgen, han surgido y surgirán al calor de lo visual.
¡Qué se le va a hacer! Haber sido más rápido en escribirla, que diría aquél. Pues bien, ahí va:

La trilogía de «Los Distritos», pertenece a ese subgénero que denominan «Literatura Juvenil». Es decir novelas enfocadas en ese público que va desde los 15 ó 16 años a los ni se sabe, que en eso de ser literariamente adolescente no hay edad definida. No es un género que suela dar obras de arte salvo honrosísimas y contadísimas excepciones y esta trilogía no es una de ellas. Sin embargo sí es, creo, una muy buena «Obra de Artesanía».

Hace unas décadas eran literatura juvenil cosas como Mujercitas o más cercana en el tiempo y en la geografía el abominable «Primer amor, primer dolor» de aciago recuerdo. Hoy día los tiros van por otro lado. Hoy día encontrarás un nivel inusitado de violencia y sangre edulcorada para este público. Yo no destripo argumentos, pero tras la peli y sus anuncios, creo que a nadie le chafo nada si digo aquí que el libro va de una especie de «realitichow» donde unos adolescentes se matan unos a otros hasta que sólo quede uno. Pero decir eso es decir poco o muy poco de las virtudes de esta trilogía.

Ante todo, como sumario de tales virtudes os diré que hacía mucho que no leía un libro tan bien estructurado, ajustado y afinado para el público al que va dirigido. Es un ejemplo perfecto de opera en tres actos. Utiliza una prosa de frases simples, cortas y muy creíbles en la voz de primera persona de la protagonista. Tiene además una casi científica dosificación de todos los elementos que pueden interesar: hay romance, acción, misterio, violencia y sangre, trama de fondo y trama de superficie, violencia política y mensaje social… pero todo en su justa medida. Ningún elemento se superpone a los otros y eso hace que todos queden claramente delimitados y percibidos. No son, además, libros pretenciosos. No pretenden ser otra cosa que literatura juvenil y eso los hace, paradójicamente, algo más.
La autora, Suzanne Collins, se ha curtido en la escritura de guiones para televisión antes de hacer esta trilogía y se le nota. La secuenciación de planos, el ritmo de la acción y demás elementos «del oficio» me han parecido lo mejor de toda la obra. A destacar su cualidad de contar en unas pocas líneas tramas enormes de acción secundaria, que sirven de telón de fondo para la trama principal.

Cuando los terminas, te queda un poco el regusto de que con ese oficio y esa trama y esos personajes, se podía haber escrito «algo mejor», algo «más serio», pero inmediatamente te das cuenta de que tal vez ese sea el encanto de estos libros, ese deseo de «algo más» que te queda en la boca.

Os lo recomiendo… si, como yo, de alguna manera a la hora de leer aún os consideráis «adolescentes». Eso sí, haceos con las traducciones oficiales, que la sudamericanización del castellano, a veces, me ha hecho vomitar.