Otra historia de las que conviven en El Bicho ha destacado con letras de oro y no me resisto a contaroslo. Se trata de Puertas de Fuego, de Steven Pressfield.
Volvemos a la novela histórica. En esta ocasión es un relato sobre la batalla de las Termópilas, que ya ha sido contada en otras novelas y llevada al cine en varias ocasiones -La última, 300, hija del cómic de Frank Miller, con estética de cómic y rigor histórico de TBO-.
Tenemos aquí una novela que es algo más que un cuento de guerra, que también lo es. Tenemos el retrato de una sociedad la espartana, tan atractiva como repulsiva. Siempre hemos oído historias sobre los espartanos, su crueldad, su xenofobia, su militarismo y su comunismo aplicado. Sin embargo el Señor Pressfield, soldado él mismo en su juventud, consigue dar una visión mucho más humana y profunda de lo que un espartano auténtico debió ser.
Destacar también el amor a la vida militar, al compañero de armas, al objetivo común que se respira, sobre todo en la segunda mitad del libro. Tiene una forma curiosa de imbricarnos en la historia, de hacernos sentir el destino de cada uno de los personajes, nunca simples ni planos, todos ellos complejos y humanos, a pesar de sus miserias y de la franca antipatía que algunos despiertan.
Pero por encima de todo quisiera subrayar algo que en este momento histórico que vivimos se echa de menos: El ideal de entrega, de honor, el amor a la patria (la polis en este caso), el concepto de vivir inmerso en algo más que el pequeño y ciego egoísmo de nuestra pequeña y ciega vida. Tal vez sea eso, no la dureza de aquellas vidas y aquellos tiempos, lo que más me ha hecho reflexionar. Conscientes de ser parte de algo mayor, de carecer personalmente de todo -pues todo ha sido dato por la Polis y todo te es demandado en su momento por ella- encontramos personajes, grandes, épicos, capaces de las mayores y más gloriosas gestas y gestos que la historia recuerda.
Esto no les priva de ser protagonistas de sus propias vidas e historias de amor, algunas de ellas inmensas, tocadas casi de pasada, insinuando apenas la inmensidad de los sentimientos que en ellas se encierran.
En este contexto un personaje, el inteligente Dienekes, pasa parte de su vida buscando qué es lo opuesto al miedo y casi al final encuentra la respuesta… que no os desvelo porque no es mi costumbre, pero que hace reflexionar sobre esas vidas plenas de pequeños temores que hoy día vivimos.
El tono del relato, escrito en primera persona, tiene el punto justo de lenguaje histórico sin llegar nunca a hacerse pesado e ilegible.
Si a todo ésto sumamos que es un libro de aventuras donde no decae la acción prácticamente en ningún momento y que aporta todo el rigor histórico que una novela -que no es un tratado de historia- puede incluir, tenemos un muy buen libro que disfrutar página a página.
No os lo perdáis.