¡Venganza!
Por mis extraños horarios de trabajo, cuando vuelvo a casa siempre me toca comer solo. Mi mujer me suele acompañar mientras como y me llena el silencio con sus andanzas del día: que si ha ido con tal o cual amiga; que si ha hablado con tal o cual profesor de los niños; que si le han contado tal o cual chisme en el barrio o que si se ha estropeado tal o cual electrodoméstico. Son los ecos de una forma de vivir (sin horarios, sin jefes, sin teclados…) que se me hace difícil de compartir, pero que yo escucho sin comprenderlas del todo.
No entiendo muy bien quién es Maruja, la mujer del hermano de Feli, ya sabes la de la carnicería… Ni consigo enterarme de por qué se tuvo que separar. No entiendo por qué la vecina de su madre, ya sabes, la que tenía una fábrica de calzado y tuvo que cerrar porque el marido era alcohólico ( y hay quien dice que trajinaba con drogas también), ha readmitido en su casa al tal marido después de tantas infidelidades y problemas…
No, no entiendo muy bien nada de eso, pero sí escucho el mensaje de fondo detrás de toda esa charla: «Estoy bien. Soy feliz. Me gusta mi vida».
Es tranquilizador oir eso en tu mujer. De alguna manera da sentido a tu vida, a tu esfuerzo de cada día. Veréis: uno se esfuerza en ser… aceptable (no me atrevo a decir bueno, ni el mejor, ni nada de eso. Simplemente aceptable). En el trabajo, en el trato social, a nivel económico, etc. No es fácil la pelea con las rutinas cotidianas y las pequeñas miserias de los que te rodean. Yo tengo, por supuesto, mis propias motivaciones y metas, pero es asombroso, con lo años lo he descubierto, cuánto de mi bienestar depende del suyo.
Pero no todo en el matrimonio es felicidad. La mitad del tiempo no entiendo nada de nada de lo que se cuece en su cabeza. Como marido experimentado he desarrollado técnicas que me permiten capear los temporales y disimular mi desconcierto. Me va relativamente bien, aunque no ha dejado nunca de asombrarme la capacidad de ella/s para hacer que me/nos sienta/sintamos como niños tontos.
Al final no he podido resistir más. ¡Venganza! Esta página web es mi venganza de hombre desconcertado.
Bueno, pues aunque sea como tirar piedras a mi propio tejado, voy a ver si entiendo qué pasa por la cabeza de los hombres. Tal vez tu desconcierto haga que yo entienda mejor al mío…. y él a mí.
besitos. Pilar Márquez