ventana… y a las 7 para arriba, que estos albañiles que mi mujer contrata madrugan más que las personas. A las 7:30 zafarrancho. Llegan con sus bromas y su fútbol resonando por toda la casa. Ecos de la España profunda en mi torpe santuario de literatura y música. Golpes de maza y herramientas eléctricas utilizando los límites de mi pequeño mundo como caja de resonancia.

Estoy solo ante el peligro: Mi santa, la dueña de mis días, la que cuelga la llave de mi corazón de su cuello, epicentro de casi todo lo que pasa a mi alrededor, principio y final de todas mis penas y alegrías, se ha pirado a trabajar y no vuelve hasta el lunes, la muy cabrona, cosa que no es la primera vez que me hace.

Me ha dejado con todos los muebles de la casa cubiertos con plásticos, movidos de sitio y con dos dedos de polvo por doquier. Los albañiles que ella ha contratado para cambiar todas las ventanas de la casa, que eran de madera agrietada, combada y rechinante, por unos monstruos de pvc y acero con cristales anti-balas -por el grosor-, con rotura térmica y acústica (¿para qué si aquí no se oye otra cosa que los pajaritos por la mañana?),  vinieron ayer, cubrieron todo de plásticos, cambiaron todo de sitio y quitaron alegremente los viejos marcos a golpe de sierra y piqueta. Luego se fueron a sus casas, que se les hizo de noche.

He pasado la noche solo con tres ventanas sin ventana para delicia y disfrute de Sebastián, el gato. Cuando llegan, me pillan con el café en la mano. Sonrío y mientras colocan el mono se ven obligados a darme charleta. Les sigo la corriente, por supuesto, comento alguna frase medio recordada de un zaping en el telediario de anoche, sobre el Luis Enrique y sobre un penalti, que alguien hizo y no se pitó (ni idea de quién y de cuándo, pero basta con preguntar «¿Y el penalti, qué me dices del penalti?» y sonreír mientras ellos opinan y discuten). Ellos se ponen a la faena y yo, habiendo dejado claro que soy hombre y Español, me he retirado a mi habitación, que sí tiene cristales pero todavía no picaporte, y me he sumergido, fugado, escondido, aliviado y tranquilizado en mi pantalla. Acompañado, eso sí, por Sebastián sobre mis rodillas, a quien tampoco agradan esos golpes de maza, chirridos de sierras y chistes de machotes.

Ella no vuelve hasta el lunes y a mí me maravillaría que hoy quedase todo terminado. En fin…

Desde el frente de batalla, el Hombre Desconcertado informando.

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