Ahora que me acerco a los 50 puedo mirar mi vida con cierta perspectiva. Y la de los que me han acompañado en este viaje desde el principio. Son vidas que discurren paralelas a la mía, vidas de personas que siempre han estado ahí, apareciendo y desapareciendo de mi vista una y otra vez. Familiares, amigos, conocidos, los momentos vividos con ellos los olvidas y un día coincides de nuevo con sus protagonistas (¡Hombre, Juan!¡Qué casualidad! Cuánto tiempo sin saber nada de tí…!) y resurgen de tu memoria con intensidad inusitada…
En estos días he tenido un reencuentro así y he hecho el pequeño experimento de guglear – odioso palabro que se impone cada vez más en los medios- los nombres de algunas de aquellas personas. En realidad es curioso. De algunas nada de nada. De otras una, dos, 10 referencias y de una en concreto más de 28.000.
Je. Yo soy de los de muy pocas referencias. Apenas alguna llamada de socorro en los foros de informática de cuando mis inicios con el Linux y apenas alguna referencia a mi integración en el mundo de los moteros… y eso me lleva a hacerme algunas preguntas:
¿El google es el nuevo juez de vidas universal? ¿podemos medir nuestro éxito o fracaso según nuestra aparición en sus páginas? ¿Comenzaremos una loca carrera para engrosar la cantidad de ooos que aparecerán bajo nuestro nombre?¿O, por el contrario, huiremos de todo y todos sumergidos en un temeroso pudor, intentando eliminar todo lo que sobre nosotros circula y que no controlamos?
Ciertamente da algo de yu-yu darle vueltas al asunto. ¿Habrá gugleado mi nombre algún amigo de la infancia?¿Algún compañero de clase olvidado?¿Algún funcionario, banquero, agente de seguros, publicista…?¿Alguna de mis novias de la adolescencia?¿Qué imagen se habrán hecho de mí, de mi logro vital, en base a esas pobres referencias?
Buff… si a nuestra carga cotidiana sumamos la preocupación por lo que del google se pueda destilar, la llevamos clara compañeros…