Por qué Oveja Mansa de la señora Connie Willis está catalogado y publicado como libro de ciencia-ficción es, para mí, un misterio. Quizá sea por la larga trayectoria de la autora en libros de viajes en el tiempo (entre los que destaca esa joya que es «El libro del día del Juicio Final» del que no voy a decir nada, pues me he propuesto sólo hablaros de los libros que habitan mi e-book y no los que habitan mis estanterías, pero que os aconsejo -ruego, y pido vehementemente- que leáis en cuanto tengáis la más mínima oportunidad de encontrarlo por esas redes de dios, que en las librerías está descatalogado), pero no esperéis en él ni dichos viajes, ni naves espaciales ni dimensiones paralelas.

Vale que el ambiente es el de una empresa de investigación científica, pero ahí termina todo. Se podría decir que el libro nos cuenta la génesis de un descubrimiento científico… pero sería quedarse corto. Muy corto.

¿Se puede unir a las hadas madrinas, la teoría del caos, la inteligencia de las ovejas, el método científico, el rosa postmoderno, los ojos en blanco, el pelo corto y las becas anónimas en 200 páginas de humor, inteligencia y caos? Se puede, Connie Willis lo ha hecho con su novela «Oveja Mansa». Increíble como se puede criticar al ser humano, a la moda, al sistema científico, al mundo en general -y las ovejas en particular- todo ello con un tono de comedia que debería figurar en las enciclopedias como ejemplo sublime de «humor inteligente».

Siempre me han reventado los autores que, como lector, me tratan de imbécil. Los que copian a otros en la vana esperanza de que tú no hayas leído a esos otros, los que diseñan y dibujan acciones y personajes simples, estúpidos y planos o los que te intentan conducir de la mano en un laberinto para niños de tres años. Me parece una falta de respeto absoluta. Un insulto a la inteligencia de sus lectores.

Nada de eso encontrarás en Oveja Mansa. Tantas cosas en tan poco espacio. Siguiendo ciertos patrones de caos auto-ordenado, un inmenso puzzle se va formando ante tus ojos, con pinceladas de emocionado amor por la ciencia y el ser humano muy bien disfrazadas por el humor sarcástico e irónico que no deja muy bien parado ni a los científicos ni a los seres humanos. La señora Willis lo ha vuelto a hacer con este libro tan distinto, tan extraño y tan divertido.

Realmente no quiero destripar nada de su contenido. Si os animáis a leerlo veréis en él (en contrapartida a la crítica feroz que hice al Temor de un hombre sabio) con un delicioso caos organizado -valga el oxímoron- que os hará disfrutar de cada una de sus páginas.