O ¡Qué dificil es molar colegas

Leyendo vuestros foros y vuestros blogs no hay duda de que habéis nacido encima de una moto. Que nunca os ha pasado nada raro y que los pardillos siempre son los otros. Bueno, pues yo soy aquél, que decía la canción, que es el pardillo. Después de 30 años de conducir ciclomotores, el paso a una moto no ha sido todo camino de rosas.
Cosas ha habido sorprendentemente agradables, como la estabilidad. Uno se acostumbra a tener que mover el manillar como un loco para mantener el equilibrio en según que circunstancias y ahora la moto «ze tiene zola». Otra la suspensión que donde ántes podías contarte mentalmente las vértebras en cada bache, ahora parece que vas en el intercity. Pero también ha habido cosas que no han sido tan fáciles. Por ejemplo: El tema de las marchas. No las marchas en sí, que no plantean ningún problema, sino el asunto de cómo hay que automatizar los movimientos. Así, con los ciclomotores, uno está acostumbrado a bajar el pie izquierdo cuando para. Las primeras veces ese vicio me cuestaba una especie de baile imbécil cada vez que paraba y arrancaba.
El tema es como sigue: Llego al semáforo, bajo el pie izquierdo. Me miro en un escaparate a ver como quedo de motero. Meto barriga y me miro un poco más. Se pone verde. El de atrás me pita. Le hago un gesto con la mano derecha. Bajo el pie derecho, subo el pie izquierdo, meto la marcha y arranco. Si ocurre que estoy en cuesta el tema se agrava: si bajo el pie derecho, que es el que pisa el freno, entonces la moto se me va para atrás. Si la freno con la mano, entonces no puedo acelerar. Por tanto la pavana es la siguiente: llego al semáforo y freno. Mantengo el freno delantero para que la moto no se vaya hacia atrás. Bajo el pie izquierdo y me pongo a mirar lo guay que quedo en el escaparate. «¿Sarah Connor?» le pregunto al escaparate a ver si doy el tipo. Se pone verde. El de atrás me pita para que deje de mirarme. Le hago un gesto de «ya voy» con la mano derecha y rápidamente vuelvo a coger el freno, que la moto se me va. Bajo el pie derecho. Subo el izquierdo. Meto la marcha. Bajo el izquierdo. Subo el derecho. Freno con el pie. Suelto el freno de delante. Acelero. Suelto el hembrague y suelto el freno.
Para entonces el semáforo está en ámbar y puedo oír mientras me alejo mas chulo que un san Luis cómo el de atrás se acuerda de mi madre..