Aunque este año no haya habido hielo, siempre hay algo que decir de un fin de semana así.

No había tema a primera vista para un blog sobre la Arrancavenytenfé II, pero pasados unos días sí me he encontrado con que tengo algo que contaros al respecto.
Este año no va el tema de placas de hielo, caídas ni miedos. No hay nada emocionante e intrigante que contar. Los hados del calentamiento global o la paranoia del hombre del tiempo, vaya usted a saber, se han encargado de endosarnos una especie de primavera a destiempo que le ha quitado lo que de aventura tenía la quedada.
No tenía intención ni posibilidad de ir. Este año no. Motivos que no vienen al caso me impedían asistir. Era imposible. De verdad. Que no y punto. Pero esa misma mañana el milagro se produjo: la vida dio una voltereta, como suele hacer a veces y todo cuadró para que lo imposible pasase en unos minutos a dejar de serlo.
No podía ser, pero en cuestión de 15 minutos pasé de vestir ese conjunto de chandalls desechados, jerseis viejos y pantuflas baratas del carrefour con el que me suelo mover en casa, a verme forrado de cordura, casco, guantes, bragas de cuello, etc. etc.
Os aseguro que me sentía un tanto desconcertado, como arrastrado por las circunstancias sin ser dueño de lo que hacía, pero al tiempo lleno de ilusión y expectativa, que cuando la vida te ofrece algo bueno tenemos obligación de disfrutarlo y saborearlo.
Aquí me tenéis pues, enfrentando la autovía, y luego la bien conocida nacional hacia esa maravilla que es Cuenca y alrededores. Junto a mí mi colega Hermano Lobo, frente a mí un fin de semana de esos que, seguro, vas a recordar durante mucho tiempo. De vez en cuando, entre las nubes, un rayo de sol bailaba frente a mi moto ¿qué más se puede pedir?
Efectivamente no ha habido frío, ni hielo, ni siquiera (en mi caso al menos) agua. Las carreteras estaban bien, salvo algunos tramos en los que había llovido e, incluso, se adivina algo de barrillo…
Llegamos a Cuenca con cierto retraso, justo para sumarnos al grupo y salir, sin siquiera quitarnos el casco. Como no iba a ir, que era imposible, no había seguido el post de Taza, con lo cual cada cara conocida, y en este caso todas lo eran, me daba una sorpresa y alegría al mismo tiempo. Siete de los doce que hicimos la ruta el año pasado nos hemos vuelto a encontrar este año, junto con los primaverales que han dejado de serlo…
Y aunque no ha habido hielo este año, ni miedo ni peligro, y aunque han ocurrido muchas cosas en el portal desde la primera Arrancavenytenfé, y no todas buenas, y aunque mi vida y la de muchos otros ha cambiado en muchas cosas desde entonces, dejadme que deje constancia en este blog de que he sentido una enorme alegría de haber vuelto a ver a todos y cada uno de ellos; de que en este año transcurrido a muchos de ellos los he conocido más, los he visto en situaciones de tensión, en la alegría y a veces en lo contrario y de que eso me ha servido, me sirve, para constatar lo mucho que tienen en común conmigo.
Todos somos conscientes de lo frágil que es la amistad en intenet, lo lejanas que están nuestras vidas individuales a pesar de la cercanía que la red nos oferta. De alguno de mis compañeros de ruta no sé nada de su vida, pero no me importa en absoluto. La resonancia de la humanidad de los demas en nuestro interior es la esencia pura de las relaciones humanas y a mí me hace resonar no sé qué fibra en mi interior el ser parte de esa fila de motos que serpentea buscando el frío para ponerse a prueba a sí misma sin más premio al final que compartir unas risas con los que en ese momento son nuestros amigos.