Imagina que es Noviembre

Cuatro años después vuelvo a publicar un libro de poemas. Este ha sido escrito a ratitos, como siempre escribo, pero con intención y vocación de libro, de cosa coherente.

Reflejo en él el estado de «muerte inminente» con el que viví la llegada de la jubilación. No era una muerte real, pero sí un final de una vida que había vivido desde hacía 40 años. Ante mí un vacío, una negrura que destellaba débiles propósitos y vagas intenciones que sólo servían para remarcar aún más el vacío.

Noviembre era el mes que simbolizaba eso. El final del cálido verano y del amabre inicio del otoño, el mes donde se oculta o muere el esplendor. Todo eso va en la primera parte del libro los «Cantos de Noviembre» que son, en esencia cantos a la muerte.

Eso de cantar a la muerte está casi tan manido como cantar al amor, pero es lo que hay, lo que nos motiva casi de manera constante. La presencia de un final que exige una búsqueda de que todo valga la pena.

Pero no toda mi vida se impregnó de Noviembre durante estos cuatro años. Tuve tres nietos, tres pequeñas luces deslumbrantes en su potencial y su energía. Una de ellas, la de Julia, iluminó y sigue iluminando este noviembre con una aterradora calidez. Me tocó el papel de canguro a tiempo completo, casi, durante el final de su primer año de vida y la mitad del segundo. Ese tiempo pasado a solas con ella me removió el alma como nada lo había hecho desde hacía muchos años.