Desde hace algún tiempo soy adicto al Facebook. Tanto que he puesto en estos rollos con los que os martirizo de vez en cuando una barrita para que digáis que os gusta y que se publique por esas redes sociales de dios el buen gusto que tenéis.

No soy demasiado partidario de esos inventos demoníacos, que son demasiado rápidos para mí. Me pasa lo mismo con las películas y con los libros. En las películas tienes que seguir el ritmo del director. Desde la loca confusión de directores como el que ha hecho la serie de Bourne -el fantasma de Spencer Tracy confunda su mirada y se mee en los pies todas las noches-, hasta el que me duermo, que me duermo, de los suecos o japoneses, son ellos los que deciden lo que tienes que ver, oir, imaginar y en qué modo, manera e intensidad.

Los libros son delicados, te esperan, te acompañan. Si tu Santa Esposa te está contando el último ataque de los zombies que ha vivido por los pasillos del manicomio en el turno de noche, un simple dedo marcando las páginas deja, por ejemplo, a Sookie Stackhouse a la espera de contarte el punto exacto de su exuberante anatomía donde iba a ser mordida por un vikingo de 2000 años de antiguedad. Y cuando el teléfono distrae a La Razón de Tus Días, allí están esperandote los dos, Sookie con su ropa interior convertida en exterior y el vampiro con la baba a punto de caer de su colmillo a sus bragas.

Sin prisas, sin agobios…

¿Que qué tiene que ver eso con el Facebook? Pues todo, porque de alguna manera este blog es el libro de mis, digamos, desbarres mentales. Me espera, se acopla a mi tiempo y necesidad de comunicar.

Amigable y silencioso aguarda, paciente, a que tenga algo en la punta de los dedos. Me aíslo frente al teclado con mis auriculares y mi musiquita (En estos momentos es Tori Amos con su American Doll Posse) -igual que me aíslo frente a un libro con las gafas de cerca, acurrucado contra la luz dorada de la lámpara de leer- y entonces todo sale fácil y fluido. Sin tiempo, sin prisas. A veces me dan las dos o tres de la madrugada sin darme ni cuenta… No hay más voz que mi diálogo mental -y la de Tori Amos, claro-. No hay más demanda, urgencia o necesidad que las mías.

Si esto es el libro, digo, la red social es la película.

En esta película sin guión ni director, el ritmo, el acento, el tono lo marcan otros. A mí me toca, como a todos, supongo, el papel de espectador, ahora preocupado, ahora divertido, ahora angustiado. Destilan de los mensajes que en él depositan las personas que amo o conozco trocitos de sus vidas, de sus miedos, de sus metas y objetivos.

Eso está bien. Me hace sentir cerca de todos los que componen el conjunto de colegas, amigos, familiares, conocidos y por conocer, que el invento ése agrupa bajo el concepto «Amigos». Pero de entre todos esos atisbos que se escurren entre tanta publicidad y chorradica hay algunos que me remueven cosas. Hay muchos de mis amigos que están ahora viviendo algunas de las militancias, causas o ideales por los que he pasado en mi ya no tan corta vida.

Así veo como hay algunos inmersos en la lucha por una verdad social, por un mundo mejor, por un auto-conocimiento difuso, por una familia estable o símplemente por una familia aunque sea inestable.

Aquellos sólo ponen cosas alegres, aunque tú sabes que su vida no lo es, intentando no dejarse arrastrar por lo que no funciona, convirtiendo la alegría en esa sagrada meta de la voluntad que todos deberíamos tener.

Los de más allá, no ponen nada nunca de sí mismos, en un intento de ocultar que son humanos, que tienen las vulgaridades y tonterías dentro que todos tenemos…

Aquél sube, emocionado, un enlace donde un grupo moderno versiona a un poeta antiguo y yo me emociono con él… al tiempo que me indigno con el mundo que le ha tocado vivir y que le impide el acceso directo a la poesía.

Alguno que otro lidera una lucha perdida de antemano contra la inercia de nuestra tecno-sociedad y yo me siento esperanzado con su esperanza y orgulloso de que todavía haya gente así.

Están los que no entran casi nunca porque no tienen tiempo para eso de la red social, porque a sus …taitantos y con uno o dos hijos no se está para tonterías, que la vida no te la regala nadie y la responsabilidad es la responsabilidad, oiga… y yo me enternezco ante ese idealismo optimista que es la esencia de la crianza de los hijos, se den cuenta o no de que lo llevan encima cada vez que expresan sus seriedades.

Puedo ver cómo aquél se conecta sólo por las mañanas (¡Ah! Claro, es funcionario y aprovecha al llegar al trabajo para ponerse al día) y compartir con él la rutina que articula su vida.

Puedo ver cómo este otro ha pasado en unos meses de los enlaces a noticias destacadas, políticas y serias a una franca apatía derrotada de vídeos cómicos. Etc. etc.

De todas esas vidas entrevistas quiero destacar el sentimiento mitad envidia, mitad preocupación y siempre admiración por aquellas que demuestran la valentía de la militancia tras los buenos ideales. En otras épocas yo fuí así. En otros momentos mi lucha fue la misma que la suya es ahora y la ingenuidad y el entusiasmo guiaron mis pasos como ahora guían los suyos.

Me siento ante sus enlaces y mensajes mitad envidioso y mitad temeroso. Un poco como el viejo guerrero que cansado hace una pausa en su regreso a casa, mirando marchar desde la cuneta a los jóvenes que ilusionados se dirigen hacia el frente… y, como él, siento que no tengo nada que aportar a su lucha a pesar de tantas batallas vividas y que no hay ninguna palabra útil en mi boca para ellos y sólo un deseo en mi mirada: Que vuestros sueños no os quiebren al quebrarse. Que la vida os trate dignamente.

Buenas noches, Amigos.