Espiritismo
¿Invocando espíritus por esas carreteras?
Son las doce de la mañana, estoy con Rascatripas y Amevi en el jardín, disfrutando esta adelantada y maravillosa primavera que el calentamiento global, o los duendes del meteosat, vaya usted a saber, nos ha regalado, recordando las risas de la semana pasada, hablando y planificando la quedada que vamos a organizar para Junio por estas tierras, cuando me llega un mensaje al móvil. Es Mikli, desde Cuenca: “Quillo ¿tienes plan para esta tarde? Estoy en el curro salgo a las 15 horas.”
Respondo: “Ninguno ¿Dónde quedamos?”
Responde: “Da igual. Busquemos un sitio equidistante con los Valencianos, por ejemplo”.
Rascatripas y Amevi terminan su birrita y se piran. Enciendo el ordenata y empiezo a sacarle humo a la Guía CAMPSA y al teléfono simultáneamente. Impro no viene, está de rulo con Taza por la Arrica. Santi ha vendido la moto y está en espera de una más tocha. Juli tiene la suya malita en el meca.
Nada que hacer con los valencianos. Demasiado precipitado.
¿Y por el otro lado? Rulos, de Valdepeñas, está disponible. “Ok. Busquemos un punto equidistante.” El mapa de España aúlla, chilla y se retuerce. Finalmente, como siempre, da su veredicto: Belmonte. Donde el castillo. Cien kilometrillos más o menos para cada uno.
A todo esto son casi las dos. Mi mujer está currando, por ese lado ningún problema. Es hora de que mis hijos pongan a prueba esa autosuficiencia que me esfuerzo por inculcarles. Grito en el pasillo: “Nenes, para la comida que cada perro se chupe su pijo”.
Gruñidos guturales emergen de sus habitaciones como una demostración de que entre el Joven-pero-sobradamente-preparado-e-independiente y el hombre de las cavernas hay estados intermedios variados y definidos pendientes de que algún biólogo se decida a catalogarlos.
Comida rápida. Cordura, casco, guantes, gafas de sol (la braga de cuello a la maleta, que hace demasiado calor). Carretera, gasolinera y el cuentakilómetros comienza a cantar su canción…
Hace un día perfecto… salvo por el viento, pero en la mancha eso se da por supuesto.
Belmonte es un pueblo de calles retorcidas y con cuestas pronunciadas. Doy vueltas buscando el acceso al castillo, donde un mensaje de Mikli me indica que me están esperando. Tras varias idas y venidas, paso por debajo de un arco, resto de una antigua muralla y ahí, a la izquierda están mis dos colegas, mis dos amigos, esperándome.
Como siempre me ocurre, se me dispara la sonrisa. Caras conocidas subrayadas de cordura negra y acompañadas de brillo de plásticos y cromados…¿hay mejor espectáculo para anunciar unas horas de cordialidad y risas?
Abrazos. Bareto. Cafelitos. Risas. Estáis casi todos presentes en nuestra conversación. Planeamos bromas para la quedada de las bodas de plata, nos preocupamos por tal o cual problema de este o aquél portalmotero. Intercambiamos noticias y novedades sobre vosotros…
Luego subimos a ver el Castillo, que venir a Belmonte y no visitar ese monumento es casi como no venir. Cerrado, pero da igual, el sol ya bajito resalta el relieve de unas colinas bajitas y onduladas totalmente vestidas de verde intenso. Hay molinos de viento, grajillas jugando en el aire, paisaje precioso donde quiera que mires. Unos chavales juegan con una cometa y otros haciendo enduro con motos de 49cc.
Más risas, más camaradería. Fotitos con el móvil atómico de Rulos. Volvemos al pueblo y nos tomamos una coca-cola en otro bareto mientras la tarde va cayendo.
Noche. Rulos aún tiene que hacer muchos kilómetros después de llegar a su casa. Abrazos. Nos despedimos sin grandes aspavientos. Somos duros moteros y no hace falta decir muchas cosas que bailan en nuestras miradas.
Me vuelvo por el camino largo, acompañando a Mikli parte del camino.
El viento sopla en nuestra dirección, por lo que no molesta en absoluto. Una luna llena redonda y preciosa ilumina el paisaje como queriendo vengarse del eclipse de ayer. La Nacional 420 tiene curvas suaves y el asfalto en perfectas condiciones. Casi no hay tráfico y sigo la luz trasera de Chiwaka, la moto de Mikli. Me siento absolutamente feliz. Canturreo dentro mi casco perfectamente consciente de la magia del momento: Dos moteros, dos amigos deslizándose bajo la luz de la luna plena tras una tarde maravillosa de camaradería improvisada.
Nos separamos. Ahora el viento me pilla de costado y se hace incómodo. La A-3 tiene bastante tráfico, pero nada puede quitarme la sonrisa que llevo dentro del casco. Aún recuerdo las bromas sobre bodas y demás que hemos cruzado.
El viento arrecia cuando la A-3 se convierte en A-31. Me inclino y me escondo tras la pantalla de mi V-Strom. Así agachado la cartera se me clava en el muslo y me molesta en el bolsillo. Para aliviar la presión deslizo el pie hacia atrás en la estribera…y entonces me acuerdo de la penúltima imagen que me dejó en la retina Bruji la semana anterior, cuando estuvo en casa con CB1000, Juan 77, Obi-Obá, Rulos, Abadón, Juli el motero, Rascatripas y Amevi.
La sonrisa se me ensancha aún más con el recuerdo ¿Me atreveré? ¿En plena marcha? ¿De noche?… Primero con un pie y luego con el otro tanteo hacia atrás, abro las estriberas del pasajero y, dejándome caer sobre el depósito, coloco los pies en ellas. Ahora voy totalmente tumbado sobre la moto, como un corredor de motogp grande y torpe y me río… Recuerdo mis orígenes custom… y me río aún más. Voy a 140 tumbado sobre el depósito y tengo las manos casi a la altura de las orejas. Se me ocurre que en esta postura en la que casino mepuedo mover podría, sin embargo, bailar el baile de los pajaritos. Me río aún más.
Vuelvo a mi posición natural en la moto, disminuyo la velocidad. Miro a mi alrededor y vuelvo a constatar que al dios de los moteros le gusta que yo monte en moto: Contra un fondo de nubes color plata iluminadas por la luna, sobre una pequeña elevación aparece el famoso toro de Osborne –ese toro que sólo puedes ver en España- con la luna llena, redonda y plena mirándome entre sus cuernos.
Llego a mi casa sintiéndome el dueño del mundo. Enciendo mi ordenador y me quedo totalmente perplejo cuando encuentro voces clamando la muerte “del espíritu portalmotos”…
Bueno. Que digan lo que quieran. ¿Qué espíritu he estado viviendo y respirando yo toda la tarde? ¿Bajo qué bandera nos juntamos y disfrutamos la semana pasada un puñado de amigos de toda España riéndonos en mi casa con el sólo anhelo de estar juntos y montar en moto? ¿Cómo llamar a lo que me ha movido esta tarde a hacer 250 kilómetros para tomar un café con dos de vosotros?
Portalmotos sigue siendo el camino de comunicación, el nexo de unión entre personas maravillosas. La magia de Portalmotos sois vosotros, portalmoteros. No depende del formato de este o aquél foro, de si fulano escribe aquí o allí, de si es o deja de ser incómodo entrar aquí o allí. Es fácil encontrar el espíritu de Portalmotos. Es fácil invocarlo: El espíritu de portalmotos está donde estemos dos de nosotros juntos.
Creedme, lo sé. Lo he vivido. Lo vivo.
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