He vuelto a analizar el registro de visitas y referencias de la página web y vuelvo a encontrar una y otra vez gente que accede aquí buscando «Cómo asar patatas en la chimenea». Me dan pena, que aquí las patatas son tabú.

¡Patatas! Demoníaco invento que consigue que unas albóndigas, por ejemplo, te engorden (además de estar deliciosas, claro), que hacen que, friticas en aceite de oliva, tu colesterol le moje los dobladillos de la túnica a San Pedro, que crujienticas recién sacadas de su bolsa se te pongan los michelines a bailar una conga, etc. etc.

¡No más patatas, por Dios! Cuentan que a los irlandeses, tan sabios ellos -no olvidemos que inventaron la música de taberna, más o menos- hubo de convencerlos con artimañas para que las comieran y que los pobres, engañados, enganchados y, supongo, más gordos que antes se murieron a puñados cuando llegó el escarabajo y los despatató sin piedad.

Se puede vivir sin patatas. Yo hace año y pico que no las pruebo y no me ha pasado nada. Se puede tener chimenea, hace muchos años que la tengo y nunca (Ejem, ejem…) he asado una patata en ella. Pero también se puede tener una web anti-patatas y aún así poner una receta de cómo se asan las malditas engordadoras en la chimenea.

Por tanto, y por penica que me dan todos los que habíendose acabado de comprar una chimenea -o estufa, que también vale-, cayendo con ello en la esclavitud del «tráete unos tronquicos» de su mujer, y asediados por el «ahí unas pataticas asadas tienen que estar buenísmas ¿Eh, cariño?», entran desesperados en esta web buscando soluciones, os doy una receta de «Cómo hacer patatas asadas en la Chimenea».

Patatas asadas
Partidicas y con papel de aluminio

PATATAS ASADAS EN CHIMENEA. Receta ideada para rentabilizar todos los viajes a la leñera y para quitar de tus dedos el olor a pastilla de queroseno de encender el maldito invento.

Ingredientes:

Patatas medianas
Ajos
Sal
Pimienta
Aceite de oliva
Vino tinto del bueno
Aceitunas amargas

No pelar las patatas, tan solo lavarlas bien y llevadlas a la mesa con el resto de los ingredientes. Allí, cada uno elije la/s suya/s y, sacando tu navaja si eres hombre o pidiéndola a tu marido, si no lo eres, las cortas por la mitad. El más habilidoso y de navaja más afilada, pela unos dientes de ajo y los corta en láminas.

En una de las mitades cada uno se pone unas láminas de ajo, sal, pimienta negra y unas gotas de aceite según su gusto y luego vuelve a unir las dos mitades y las envuelve en papel de aluminio.

Esperáis hasta que en la chimenea sólo queden brasas, no troncos ardiendo, hacéis un huequito en las brasas, colocáis en él las patatas (que cada uno se quede con la posición de la/s suya/s, para que no haya lío) y las cubrís con más brasas. Las dejáis allí hasta que al presionar la patata notemos que esta ceda y sea blanda al tacto. No hay un tiempo fijo, porque depende del tamaño de la patata y de lo fuertes o flojas que estén las brasas. Digamos que entre 30 minutos, una hora o más.

Tal que así, las brasicas
Que el tiempo de espera sea ambiguo no es un problema, al contrario, permite a todo el mundo hurgar en las brasas con el atizador, cosas muy emocionante para los niños, hablar, discutir y hacer pruebas y apuestas a la rojiza luz de las brasas, mientras se le dan tientos al vino y se echan al fuego los huesos de las aceitunas. Parte importante de la cuestión que si vas a engordar que sea pasándotelo bien.

Cuando estén hechas, las retiras, quitas el papel de aluminio, las abres y les puedes añadir un poquito más de aceite y más pimienta y sal. A tu gusto.

Ya está puesta la jodía receta. Si tenéis chimenea, a comer y engordar. Si no tenéis, pasaos por casa cualquier tarde de éstas de invierno (que la Consu no trabaje, claro, que si no dice que la discrimino) y nos echamos unas risas mientras vosotros os hacéis y coméis las patatas y yo, mientras, os predico la bondad de la vida sana. Haréis feliz a la Consu y a mí también.

¿Que cómo salen de buenas?… ¡Para qué os voy a contar! que se dice en mi pueblo.