Nunca achaques a la maldad lo que puede ser atribuido a la simple ignorancia.

M.N. Vorkosigan

Esto es sólo una queja. Vaga, incoherente y vana. Lo sé, justo lo que el mundo necesita: otro jubileta quejándose de todo pero es lo que toca.

Antecedentes:

A uno le cuesta muuuuchos años de torpezas asumir lo tonto que es. Como decía no sé quién «A los imbéciles les va bien porque ninguno se queja de serlo». Sobre todo con el impulso de la juventud cuando todo son ganas de hacer y energías para emprender nuevos caminos. Dejamos atrás a Papá y Mamá y sus bien intencionados consejos y hallamos nuevas verdades, nuevos modelos y nuevas metas a seguir que nos demuestren a nosotros y a los que atrás dejamos todo lo que queremos demostrar aunque no sepamos muy bien qué es.

Los hechos:

Y seguimos esas metas, claro, bendita inocencia, y arrasamos con el pasado. Luchamos por establecer soluciones simples y claras, clarísimas de hecho, a problemas que las 1.600 generaciones que nos precedieron no supieron ver. Pisoteamos las estructuras que costó 1.600 generaciones crear y establecemos las nuevas estructuras que en nuestro corazón anidan. No siempre lo conseguimos, claro, pero si no podemos tumbar la estaca al menos la hacemos tambalear y nos sentimos muy orgullosos.

Por aquí pasaron los Illegitimi dinamitando cosas sin repuesto.

Entonces seguimos creciendo y nos calmamos un poco. Las cosas que hemos construido demuestran tener agujeros, si no se han hundido ya por completo. La culpa, claro, es de los illegitimi (léase «hijoputas») y algo de nuestro antiguo ardor vuelve para la lucha. Crecemos más y los agujeros se multiplican. Los hijoputas también.

Nuestro antiguo ardor se va calmando y empezamos a ver que aquello que derribamos, y que sigue siendo algo nocivo, no lo dudéis, cumplía también ciertas funciones que no tuvimos en cuenta al montar nuestro chiringuito. Aparece el síndrome de «con Franco esto no pasaba», vamos.

Con un poco más de edad, calma y distancia vemos que nosotros mismos, sí nosotros, éramos los illegitimi de entonces. Que nuestra visión era parcial e ingenua, que la gente no era tan buena como creíamos, que ante la necesidad no hay virtud y que lo que en conjunto hicimos, ¡Ay! , no tiene remedio.
Aún así todo eso no nos hace sentir culpables. Escarbamos en el catálogo de El Corte Inglés de falacias lógicas para éste otoño y encontramos una o dos que nos sientan de maravilla. Dulce et decorum ipse mentiri est y seguimos adelante disimulando mientras nos preguntamos en el fondo de nuestro corazón «¿Me estaré volviendo de derechas?».

Conclusión:

Con más edad, mucha más, puedes sentarse a tu puerta y ver a los illegitimi del momento pasar mientras tomas el sol. Puedes ver a los ex-illegitimi protestar y ser derrotados. Puedes ver todas las cosas que no tienen repuesto que los neo-illegitimi de turno están dinamitando y puedes predecir sin mucho interés ni miedo —que esto ya lo has visto antes—, lo que va a ocurrir con la nueva revolución en marcha.

Ahora ya no es tu problema. A ti ya no te toca luchar. Da gusto saber que ya estás más allá de todo eso y eso da tranquilidad en lo que te resta de vida.

Mientras no te toquen la pensión, claro.