Las Ventanas (Mañana de Sábado II)
Antes de leer esto lee La primera parte. Si es que no lo has hecho ya.
Optimista estaba yo el sábado por la mañana. «Tanto golpe, sierra, silicona y fútbol producirán ventanas terminadas», me decía a mí mismo. Pero no. No terminaron.
Siguiendo el esquema de la España carpetovetónica clásica, los albañiles si terminaron, recogieron, limpiaron por encima y se piraron. Los cristaleros pusieron los cristales y las contraventanas pero… no habían traído las manivelas (sólo dos o tres) ni las bisagras ni los cierres de las contraventanas.
-«Es que la fábrica nos los ha mandado de color blanco… En cuanto recibamos los negros venimos y te terminamos todo».
-Vale, pero hoy es sábado ¿voy a estar hasta el lunes o martes sin poder abrir ni cerrar las ventanas?
-No, por Dios, está todo controlado.
Dicho y hecho. Me dejaron un picaporte blanco que con un poco de habilidad encaja en el agujerito de los picaportes y puedes abrir y cerrar las ventanas a modo de llave maestra y se piraron.
Sábado. Hasta el lunes estamos el gato Sebastián, la perra Sandy y yo, por fín solos… con la manivela. El problema es que todo el suelo tiene una capa de polvo de yeso y los muebles están esturriados por toda la casa. Llamo a mi santa:
-Cariño. Ya se han ido. Todo terminado a falta de las manivelas. Sólo han roto dos cristales y una ventana se ha torcido y salido del marco. Tu jarrón chino ha pasado a mejor vida ¿Coloco los muebles en su sitio ya?
-No- aunque no la veo sé que ni ha pestañeado ante mi relación de desastres. Ya no se cree nada-, antes de recolocar nada tengo que Pasar la Mopa (obsérvese las mayúsculas: Corresponde a una esotérica acción que precisa de cambiado e intercambiado de forro al adminículo, cantidades milimétricas de agua limpia, vinagre, sprais variados y otras cosas cuyo conocimiento y manejo quedan muy lejos de mi cualificación). Déjalo todo como está que el lunes me encargo yo.
Perfecto. No es que me agrade mucho el desorden, pero ya son las 9 de la noche y ponerme a reordenar muebles, como que no, oiga.
Tranquilidad. El gato y yo solitos. Me siento frente al ordenata y apenas he empezado a leer correos cuando llega el gato y me hace saber con su ínclito estilo que se quiere ir a la calle.
-¡Vale, te abro, tira a «apatrullar» el jardín!.
Desplazo el sillón de ruedas hacia la ventana, estiro la mano hacia el picaporte y… no está.
-¡Mierda, la manivela!
Me levanto y la busco. No aparece. Recorro habitaciones, busco y rebusco y al final la encuentro debajo de los albaranes de los ventaneros. Vale. Eje al agujerito, ventana abierta, gato fuera, ventana cerrada, culo al sillón, ordenata.
Tranquilidad… diez minutos. Aparecen los ojos rojos de Sebastián tras el cristal. No quería apatrullar, quería sólo orinar.
Vale. Vuelvo a desplazar el sillón hacia la ventana. Vuelvo a estirar la mano hacia la manivela y como está suelta se sale. Durante unos minutos peleo por introducir el eje en el agujerito cuadrado con el brazo estirado y la espalda torcida hasta que me empieza a doler el brazo.
-¡Mierda, otra vez, puto gato!
Me levanto. Picaporte al agujerito, ventana abierta, gato dentro, ventana cerrada, culo al sillón, ordenata. A los 10 minutos me entra hambre. Cocina, sartén, cena. El gato quiere salir por la ventana de la cocina como tiene por costumbre cuando estoy cocinando. Voy a abrirle.
Mierda: no tiene picaporte.
Fuego al mínimo, entrada, pasillo, habitación del ordenador, manivela, pasillo, entrada, eje al agujerito, ventana abierta, gato fuera, ventana cerrada, fuego al máximo…
No os aburro más: Cenando en el salón quería entrar por la ventana del porche. La manivela estaba en la cocina. Luego por la del dormitorio, luego… acabé por llevar la manivela en el bolsillo del pijama todo el fin de semana.
El Lunes no apareció nadie. El Martes a última hora de la tarde aparecieron el Ventanero y su ayudante, el pianista -que el primer día nos deleitó con un concierto de piano de calidad aceptable y repertorio variado (desde tangos a canciones de la Pantoja) en el piano de mi hijo el músico- y terminaron de poner todos los adminículos restantes.
Ahora sí, todo terminado. Todo perfecto. La casa silenciosa y calentita. Todas las ventanas tienen su picaporte y el gato lleva 36 horas sin salir de casa. Estoy seguro que se estaba riendo de mí.
Al final, aunque la asociación de maridos quiere presentar mi caso como ejemplo para que se incluya en el código penal el concepto de «Reforma de Género» y aunque las agencias de viaje han incluido mi casa en los destinos para los viajes de jubiletas de las reformas y los fines de semana aparcan dos o tres autobuses en el jardín llenitos de prostáticos y canosos ex-paletas… al final, digo, estamos encantados con las ventanas.
ay perdón, que hace días que no reviso los blogs que leo, y me había perdido la segunda parte de tus reformas ventaniles, jajajajajaj. Según leía me preguntaba porqué no te habías guardado el picaporte en el bolsillo directamente, jajajjaja…. y sí, el gato creo que directamente te estaba puteando. Te quiere mucho, pero hace contigo lo que quiere.
Pero bueno, me alegro de que esto sea un capítulo cerrado, como las ventanas.
Besos y a disfrutar de ellas-