¿Hay vida más allá de las 6.000?

En esta semana he tenido que hacer dos viajes de trabajo y, aprovechando que no hace frío aún y de que no tengo otro remedio, pues los he hecho con la V-Strom. En estos viajes, uno de ellos bajo la lluvia, han ocurrido un par de incidentes, que no son dignos de figurar por escrito, pero que me han habierto una nueva conciencia hacia mi querida moto: Hay vida por encima de las 7.000 incluso de las 8.000 revoluciones por minuto.Me explico: Como uno viene del custom, pues uno adquiere formas de conducir propias de las custom, y uno tiende a pensar que esa forma de conducir es «la buena», lo demás son exageraciones de jovencitos anfetamínicos o suicidas no reconocidos. En esa forma de conducir, dados los buenos bajos que tienen las custom, pues uno cambia de marcha en cuanto el motor se acelera un poquito de más, es decir por encima de 5.000 rpm. Luego acelera suavemente en la siguiente marcha y la moto te da un agradable empujón en los riñones hasta que se «queja» de que ya va demasiado revolucionado y repites el tema. Como mi experiencia, además, ha sido con una moto de cinco marchas, pues en cuanto llegabas a meter la quinta, allá por los 110 km/h, pues ya está, si quieres correr más, pues más puño, si no pues menos puño. Sencillo. Con el Aquila funcionaba, con sus 72 caballos más puño = correr más… mucho más.Por eso cuando pillé la V-Strom llegaba a 110 en sexta y ya esta. Si quieres correr más, pues más puño…y como que no corría mucho más. ¡Joer! si sólo son 7 caballos menos. Pues sí que se le notan sí.Pero, bueno, lo asumo, que pa eso soy tranquilo y corro poco y no tomo anfetas y amo la vida…Hasta que esta mañana me he visto presionao en un adelantamiento cuesta arriba en un tramo de unos 200 metros despejado que me dejaba la carretera de curvas, se trataba de adelantar dos camiones que llevaba delante ya media hora, y que circulaban a unos 90. Pues le he metío la cuarta, le dado gas y la moto ha salido como un tiro: 6.000, 7.000, 7.500 y le pongo quinta. Tomo una curva en quinta a casi 7.000 vueltas y veo que, ¡oh, casualidad!, allí se habían acabado las curvas y venía una recta enorme y vacía. Era momento de meter sexta y volver a las 5.500 de costumbre…. pero, coño, ¡sonaba tan bien el motor! así que sigo, en quinta, 7.500, 8000. Sexta, 6500, 7000, 8000… como un tiro.
A estas alturas rozaba ya los 180 km/h y el motor me aullaba con una alegría desconocida. La moto ni una vibración, ni un balanceo… nada. Genial. Pero el angelito bueno ese que todos llevamos dentro se ha asomado a mi hombro, os lo juro, vestido de custom, con chalequito de cuero, y con el casco abierto con gafas de piloto de avión de la segunda guerra mundial y las alitas hacia atrás por el viento y me ha gritado: «¡Imbécil! ¡Vas a 180 por una carretera comarcal!¡Como te pillen los verdes te van a hacer un descosío que ni la rotura del Hindenburg!». En el otro hombro llevaba al demoniete, con un Arai Réplica Doohan y un monito de cuero rojo,que me gritaba: «¡Dale! ¡DALE! ¡Daaaaaaleeeeee! ¡Haz que chilleeeee!…»
Ni qué decir que ha ganado el angelito, que yo el tema de las suturas como que lo llevo muy en serio, pero, resumiento todo el rollo: ¡Hay vida por encima de las 7.000! No es mi biosfera, que conste, que después de eso he vuelto a mis 5.500 – 6.000 en las que me muevo más agusto, pero es un placer haber visto esa faceta y esa posibilidad a mi V-Strom, saber que ese aullido alegre y amistoso está debajo del asiento, para si necesitas, o simplemente apeteces, volver a reclamarlo en un apuro o en una alegría.

Por cierto, que el angelito, al cabo de un rato me ha recompensado por hacerle caso. Dejados atrás los camiones venía una bajada de curvitas preciosas, que no me atreví a catar como dios manda porque había estado lloviendo hacía unos minutos. Pero el paisaje era precioso, carrascas y arbustos hasta el infinito, la cinta recién lavada de la carretera perdiéndose en la distancia mientras unos blancos y tímidos rayos de sol caían sobre la tarde. De pronto, a mi izquierda se ha levantado el arco iris más espléndido, completo y hermoso que he visto en mi vida. Sólo para mí. Un guiño de complicidad entre el Sol, el mundo y yo… y mi angelito, claro. He parado en el arcén unos minutos a gozar el privilegio que me estaba siendo dado y aunque al momento me han vuelto a rebasar los dos camiones, durante unos instantes he sido idiota, absurda y completamente feliz.