Aún no pesa tanto el tiempo, pese a las canas, los kilos y la falta de alegría de tantos amaneceres, como para hacerme olvidar aquella leve vibración y la nitidez del color que a tu lado sucedían.
Aún puede mi espalda notar, a pesar de la rigidez que aumenta con los años, esa especie de cosquilleo, de descarga eléctrica que se alzaba al encuentro de tus labios, volviendo a aparecer cuando nos besamos. Ese viejo zumbido…
Y aunque la vida de adulto impone la férrea etiqueta de lo correcto y hay cosas que parecen depender de mi seriedad y de tu rutinaria claridad, todavía jugamos, en este íntimo silencio que subraya el ruido que nos rodea, con aquellas palabras escondidas que un día se quedaron a vivir entre nosotros y adoptaron significados distintos del que dice el diccionario.