El privilegio
Un destello de luz entre dos eternidades de oscuridad.
Porque de eso va esto: De dos eternidades de vacío, dos oscuridades ciegas, una antes de tu nacimiento y otra después de tu muerte y en medio un destello de luz, el atronador grito de estar vivo, la algarabía de sonidos, sabores, colores y emociones que llamamos vida, existencia.
De eso va esto: De una conciencia rebotando por los senderos del mundo. Una realización de que cada año, cada día, cada instante que estás vivo es un privilegio. Da igual si es malo, bueno o rutinario: es un privilegio.
Hoy ha muerto un montón de gente. Hoy ha nacido otro montón. Todos ellos han compartido o comparten desde ahora este instante entre dos eternidades. Todos ellos, lo sepan o no, comparten este campo de conciencia que llamamos mundo, este saborear la vida que llamamos emoción y este ir perdido, dando palos de ciego, hurgando en las cosas con palitos, que llamamos conocimiento.
Tu sabor del mundo es lo que eres. Tu forma de verlo, de estar aquí es lo que te define. Tu ignorancia de casi todo es lo que te justifica. Da igual si eres vulgar, extraordinario, depresivo, animoso o sólo un bulto sospechoso frente a una pantalla. Da igual que te guste tu vida o no. Mientras estás vivo eres un privilegiado…
… y lo sabes. Defiendes tu privilegio a capa y espada contra todo y contra todos, en todo lugar y todo momento. Desde el primer berrido que dice “Aquí estoy, hacedme caso” hasta el último “No me quiero ir”. Desde el primer “Mamá, mira qué hago” hasta tu elaborado currículum vitae, lo subrayas, lo remarcas lo defiendes con toda tu energía, con toda ferocidad.
Lo importante, lo que cuenta, es que sólo por la duración de este destello, de estos escasos años que nos son dados estamos aquí, hermanados por el ser, compartiendo el privilegio, ese feroz privilegio de existir.
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