La Caligrafía, caballo de batalla de pesadillas infantiles:
Esos bolis resbaladizos y esos lápices despuntados. Esas minas rotas a las que sacabas punta una y otra vez y siempre volvian a salir rotas. Esas gomas de borrar que ensuciaban todo el papel en lugar de borrar, o que lo agujereaban cuando borrabas un poco más de la cuenta…
Dios bendiga el invento del teclado y la pantalla. Me han permitido reconciliarme con el otro inventor, el del alfabeto, que tanto me hizo sufrir en la infancia y que tanto me hizo disfrutar. Porque si mi caligrafía era, es, espantosa, mi afición a la lectura siempre ha sido uno de los placeres de la vida.
Al fin y al cabo tal vez ninguno de ellos sea el responsable de todo esto. Tal vez debiera pedir cuentas, para lo bueno y lo malo, al inventor de la palabra. Ése si que fué un elemento de cuidado.