Pues este año no ha tocado reforma veraniega, lo creáis o no.
Este año al llegar el verano no se ha propuesto la modificación del medio ambiente habitual (Me refiero a la otra mitad del ambiente, no la que está jodida con el cambio climático, La de la puerta del jardín para adentro, vamos).
Os preguntaréis ¿Qué ha sido de la energía acumulada por meses de invierno, encierro y ahorro?¿Qué ha sido de esa fuerza natural del cambio de las cosas?¿Se habrá disipado con el calentamiento global como la terrible fuerza de la lengua de un glaciar en época de deshielo?
No, compañeros de desconcierto, ha sido canalizada, redirigida, sublimada, desviada hacia otra terrible circunstancia vital. Casi tan terrible como la subscripción mensual a «Casa y Jardín»: El Cuadrante.
La hiperactividad vital de mi mujer ha sido desviada al espacio exterior. En casa no había suficiente espacio, trabajo, tarea o distracción para ella.

-«¡Necesito algo más en mi vida!» -fue el grito que empezó a lanzar en las tranquilas tardes de invierno, cuando sentados frente a la estufa, perdón chimenea, con un buen libro en las manos y el sonido de las consolas de los niños en sus habitaciones diciéndote que su educación iba por buen camino, te permitías a creer que todo iba bien en tu vida.

-«Cariño… Ahora no podemos hacer la reforma, sea la que sea, que no tenemos dinero…» -dices por puro reflejo, ganándote la mirada tipo «Desdeluegoesquenoteenterasdenada», clase Uno A+.

-«¿Quién habla de reformas?» -pregunta y antes de que te de tiempo a decir «Normalmente tú», demuestra que la pregunta era retórica añadiendo- «Hablo de mi vida. Necesito hacer algo más».

-«Pero cariño…»-levantas los dedos y empiezas a enumerar- «Trabajas fuera jornada completa. Llevas la casa prácticamente tú sola. Haces trabajos manuales. Pintas. Sales a divertirte cuando quieres. Lees libros en los tiempos muertos. Eres miembro de la Cruz Roja. Acabas de terminar un módulo de Formación Profesional. En los últimos meses te has presentado a tres oposiciones»- Dios, pienso mientras hablo, si me canso sólo de decirlo ¿qué le ronda ahora en la cabeza -«¿Qué más quieres? No hay tiempo material para todo en la vida, querida».

-«Quiero trabajar»- dice sin pestañear.

-«¿Trabajar? Pero si ya trabajas. A tiempo completo. Más aún, trabajas 98 horas a la semana una semana sí y otra no ¿En qué más quieres trabajar?»

-«En la administración. Me voy a apuntar a las bolsas de susticiones del hospital de Albacete, de el de Hellin, de el de Villarrobledo, del SESCAM y de la Diputación. Con las notas que saqué en las oposiciones, este verano seguro que hago sustituciones».

-«¿En el verano? ¿y las vacaciones, qué?

-«¡Bah! De todas formas nunca quieres ir a ningún lado…» y da la conversación por terminada.

Dado que en los últimos cuatro años hemos hecho más de ochenta mil, como suena, kilómetros en moto, eso de que nunca quiero ir a ningún sitio, como que me duele un poco… pero para qué liarla más. Agacho la cabeza y elevo una plegaria a los dioses del INEM para que sean benevolentes con la estabilidad familiar.

Llegó el verano y, efectivamente, la llamaron de tres sitios, tres, casi simultáneamente.

-«He decidido que voy a trabajar en el CAMP. Todo el mundo dice que es lo más duro. Es un reto personal, que si puedo con eso, puedo con lo que sea.

El CAMP, Centro de Atención de Minusválidos Psíquicos, es el centro con peor fama de todos. Es el que tiene un porcentaje mayor de abandonos, depresiones y renuncias por parte del personal, a pesar de lo alto de sus sueldos. En él están ingresados los casos más desesperados de la parte más desafortunada de la humanidad Castellano-Manchega. Ella ha decidido que va a empezar por lo difícil. «Tiembla CAMP, que la Consu va para allá», me digo a mí mismo…

-«Pero qué vas a hacer con el otro trabajo?»- y con esa pregunta, compañeros, mi vida dio un cambio. Ella sonríe. Se le encienden los ojitos y, con la expresión del mago que empieza a mostrar la punta de las orejas del lepórido sobre el borde de la chistera, saca un papel doblado en cuatro del bolsillo.

-«Mira, tengo un cuadrante».

Y despliega el papelito en cuestión. Contiene una cuadrícula-calendario bimensual llena de anotaciones en dos clases distintas de tinta azul y una de lápiz dureza HB, calculo por lo gris de los trazos.

-«¿Ves?»-Señala con el dedo un cuadrito lleno de cosas ilegibles y tachaduras.-«Este día estoy de tardes y éste también. Puedo doblar turno y aquí»- el dedo salta adelante y atrás a una velocidad endiablada- «y aquí. Como aquí me coincide con las vacaciones del otro sitio no tengo problema para hacer este turno y este. Pero tengo que pedir un favor en esta tarde y como aquí hago esta noche luego libro aquí y aquí y me he pedido los asuntos propios para este día y éste y así esta noche no tengo que cambiarla a nadie y…

Yo no me enteraba de nada, compañeros ¿Vosotros os habrías enterado en mi lugar? Puntualizo los pertinentes «Sí, claro, muy bien pensado y qué guay», mientras intento dibujar en mi mente una imagen de lo iba a ser la vida familiar durante este verano. No lo consigo. Bueno, me digo. Iremos paso a paso cruzando los puentes cuando lleguemos a los ríos.

No contaré nada aquí de sus experiencias en el CAMP, que estando los usuarios, en sus palabras, «muy tulliícos, muy tulliícos», no es un tema agradable. Aunque no me resisto a mencionar la anécdota de aquél usuario que iba por el pasillo farfullando y a la pregunta de «¿Pero qué dices? que no se te entiende nada» contestó aquello de «Es que tengo una polla en la boca», o la de la usuaria Mariloli, que cuando el Consejero de Sanidad visitó el centro se empeñó en cantarle aquél villancico que dice:

«Por el camino que lleva a Belén
viene una puta que no lleva sostén
los pastorcillos se la quieren joder
pon porronpon, pon, pon, porrompon, pon, pon».

Baste saber que es un trabajo duro, pero que mi mujer lo es más. Sin embargo, compañeros, si debo contar que también es dura la vida del grumete que no sabe dónde se dirige el barco. El capitán no le consulta y si lo hace él no entiende de navegación. Llevo dos meses preguntando cada día sobre el futuro y destino que nos aguarda en el horizonte cotidiano. Cada vez ella saca El Cuadrante de su bolso, bolsillo o sujetador, que en todas partes lo lleva (a veces me pregunto si ha hecho copias) y vuelve a soltar la diatriba de arriba… cada vez más corta, gracias a dios y al paso del tiempo.

-«¿No te acuerdas de que aquí libro y mañana entro de tardes y pasado doblo turno mañana-noche?»

-«Ah.. sí, claro» -es mi respuesta habitual. Pero por dentro empiezo a odiar ese papelito diabólico que gobierna mi vida y la de toda la familia.

«Tío mñna slmos cn ls mts, ok?». Dice el SMS de los colegas. «Espera que le pregunte a la Consu para que mire el cuadrante» contesto yo, desperdiciando un montón de letras.

-«El 10 de Septiembre Almuerzo Motero en la sierra», dice un colega que me llama a ver cómo voy.

-«No sé cómo está el cuadrante. Luego te llamo»- respondo.

La vida gobernada por un cuadrante, compañeros, puede ser muy dura. Nos vemos a ratos perdidos en días aleatorios en momentos fugaces entre actividad y actividad. Nos amamos a golpe de SMS. «tqm, petarda» puede ser todo lo que tenga oportunidad de decirle a lo largo de tres días de frenética cuadranticidad. «Yo a tí, pedorro. El martes hablamos.» la respuesta obtenida entre turno y turno.

El consuelo general es que estos meses va a ganar un pastón, con permiso de hacienda. No ha habido reforma este año… pero ¿cuántos desórdenes medioambientales, cuántos cambios, escombros y carretillas arriba y abajo, se están gestando con ese dinero?.
Sean los que sean, os mantendré informados, estad seguros.

En la foto el calendario Azteca. Un juego de niños al lado del de la Consu.