Y aún otro más, que hoy me siento un tanto sombrío.

En el fondo de la espera hay una luz oscura y amarga que alumbra lo que no somos capaces de nombrar. Un negro túnel se retuerce y baja hasta una habitación de suelo inundado por agua venenosa. Un pedestal en un rincón sustenta la luz, oscura y mezquina, que encandila nuestros miedos, los encadena en ese pequeño recinto que no tiene puerta, atados a su frágil fulgor como polillas a un candil de aceite.
En el fondo de la espera, mirando fija esa luz, fascinada y sin moverse entre muchas otras cosas, está su muerte y la de nuestros hijos y la soledad que les sigue y la enfermedad y el dolor… Todos sentados en el agua sucia, en apretados círculos, sin moverse, sin atreverse a ser ni pensados. Todos sujetos por la roñosa luz de la esperanza.