Rozar tus dedos sobre la barra del carrito. Golpear tu cadera con la mía cuando te paras a leer alguna etiqueta. Fingir que no te conozco y que quiero ligar contigo delante de la cajera. Hacerte proposiciones indecentes para escandalizar a algún jubilado en el pasillo de congelados. Cargar el carro de chocolate para ver cómo aparece en tu rostro la niña golosa que una vez fuiste y sigues siendo. Besarte los labios ante algún adolescente de los que piensan que el amor, por no mencionar el sexo, es un invento suyo. Romper el presupuesto con algún paté de los caros para parecer franceses.
Nos sale muy bien, son ya treinta años recorriendo la gran superficie de la vida compartida.