Siguiendo el camino de mi amiga Ana, aquí tenéis un microrelato.

Y es romper su cepillo de dientes contra el borde de este lavabo, que empieza a no estar tan limpio como solía, y guardar los pedazos junto con los tarros de sus cremas en una arrugada bolsa del supermercado, deshecho de la última compra que hicisteis juntos.
Y es mirarte en el espejo a enfrentar los ojos enrojecidos de este rostro caído y sin afeitar, y apartar después la mirada buscando sus huellas, borrándolas sin contemplaciones, tratando de terminar con éste final, de acallar su ruido interminable de cristales rotos y gasolina derramada, a fuerza de rituales, de rutinas en las que ella no esté presente.
Bajarás esta noche la bolsa al contenedor, junto con las de su ropa, mientras los niños duermen y se pierden en sueños en los que quizá su imagen destaque, todavía, en colores brillantes.