Cuatro Estrellas

Aunque lleva por costumbre una foto de sus hijas, no las ve desde hace tanto que ni esas son sus hijas ni ese es ya su retrato.
Aunque su empresa le paga las facturas que ha guardado en el clip de la cartera, nunca se vio compensado por tanta cama deshecha en tanto hotel extraño.
Aunque los trajes oscuros, que cuelgan en el armario hagan juego con las tapas oscuras de los muestrarios, nunca se siente vestido, siempre se ve disfrazado.
Aunque bebe con los clientes y luego a solas, sin vaso, nunca por la noche está lo suficiente borracho.
Aunque el hotel tenga las estrellas adecuadas, nunca tienen las paredes lo suficiente gruesas ni se siente lo bastante aislado.
Aunque acaba de oír el orgasmo más dulce que ha oído nunca, no ha visto, ni verá jamás, a la mujer que lo ha gemido tras la pared, a cuatro palmos de su cara.
Aunque el semen que se seca sobre su propia piel ha brotado casi frío, no ha conseguido apagar el fuego amargo que le quema el vientre.
Aunque ha pisoteado la Gillette hasta que la hoja ha brillado entre los trozos rotos de plástico azul, nunca más espera necesitar un afeitado.